
La maduración cerebral, caracterizada por la reducción del volumen y grosor de la corteza durante la adolescencia, influye en el desarrollo de conductas alimentarias restrictivas o emocionales/descontroladas en la adultez temprana.
Los trastornos de conducta alimentaria han aumentado significativamente, especialmente tras la pandemia de Covid-19, debido a factores como tendencias alimentarias actuales, el ambiente obesogénico, el estigma del peso y los estereotipos de belleza. En la adolescencia, predominan la anorexia y la bulimia nerviosa, mientras que en la adultez destaca el trastorno por atracón. Todos requieren tratamiento psicológico y nutricional, siendo la anorexia particularmente peligrosa en casos de bajo peso extremo.
Desde hace tiempo se investiga también el papel del cerebro en estos comportamientos adictivos.
Esto es que trata de responder un estudio europeo liderado por el Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia (IoPPN) del King’s College London (Reino Unido).
De acuerdo con la investigación, que se publica en ‘Nature Mental Health’, más de la mitad de los jóvenes de 23 años analizados presentaron comportamientos alimentarios restrictivos, emocionales o incontrolados. Además, el trabajo apunta a que las diferencias estructurales en el cerebro parecen influir en el desarrollo de estas conductas
